"MITOLOGIA GRIEGA"
lunes, 17 de septiembre de 2012
domingo, 16 de septiembre de 2012
"MITOS"
TRITON
El dios del mar Tritón era hijo de Poseidón, el regidor divino de los mares, y de Anfritrite. Se le representaba habitualmente como una sirena masculina, una criatura con la parte superior del cuerpo de un hombre sobre una o incluso dos largas colas de pez. Sus atributos incluían un tridente y un largo y curvado cuerno hecho de concha. Tritón tenía el poder de apaciguar las aguas turbulentas soplando a través de su cuerno de concha.
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Mientras rezaba cortó el cuello de su víctima y la arrojó al agua. El dios surgió de nuevo de las profundidades ya no transformado sino en su verdadera forma, y, tomando la proa de la embarcación, los condujo hacia mar abierto. El cuerpo del dios, por delante y por detrás, desde la corona de su cabeza hasta su cintura y de los pies a la cintura, era como el de los otros inmortales, aunque desde ahí no era más que como el de un monstruo con dos largas colas terminadas en un par de aletas con forma de luna creciente. Con las aletas removía el agua de la superficie y arrastró al Argo a mar abierto, donde lo lanzó en su ruta. Después se sumergió en el abismo y los Argonautas gritaron de maravilla ante una visión tan pavorosa e inspiradora.
En otras historias, Tritón -o los tritones- también tenían otro lado menos benevolente. Como si fuesen "sátiras del mar", los tritones tenían la mala costumbre de molestar a las mujeres que se bañasen en el mar y a los hombres jóvenes. En cierta ocasión, cuando Tritón corneó a un grupo de seguidoras del dios del vino y la vegetación Dionisio en Boecia, hubo una pelea entre los dos dioses, que terminó en una derrota para el dios marino. El gran héroe Hércules también dijo que en una ocasión tuvo que luchar con un monstruo marino llamado Tritón.
ARIADNA
Ariadna es la hija del rey Minos y Pasifae de Creta. Su padre tenía en un laberinto al minotauro, a quien había que alimentar con gente ateniense cada nueve años.
La tercera vez que los atenienses debían pagar su tributo, Teseo, -hijo de Egeo, el rey de Atenas- se ofrece a ir y matar al minotauro. El problema era que el minotauro vivía en un laberinto del que no se podía escapar.
La tercera vez que los atenienses debían pagar su tributo, Teseo, -hijo de Egeo, el rey de Atenas- se ofrece a ir y matar al minotauro. El problema era que el minotauro vivía en un laberinto del que no se podía escapar.
La hija de Minos, Ariadna vio a Teseo y se enamoró de él, por lo que decidió ayudarlo con la condición de que se casara con ella y se la llevara lejos de su temible padre.
Cuando Minos supo que Teseo había matado al minotauro montó en cólera por lo que Teseo tuvo que apresurarse en la huída en la que lo acompañó Ariadna. Pero ella nunca llegó a ver la tierra de Teseo, Atenas, pues en una escala que él hizo en la isla de Naxos, la abandonó dormida en la orilla.
Las versiones de esta traición varían mucho y se han hecho un sinnúmero de hipótesis. Se ha dicho que Teseo dejó a Ariadna en la playa porque estaba enamorado de otra mujer, también que fue por orden de los dioses, o sino que mientras ella se encontraba en la playa recuperándose de un mareo, él regresó al barco, y este sarpó impulsado por un misterioso viento.
Pero, Ariadna no se amilanó mucho y olvidó sus penas de amor con el dios Dionisio, quien se había enamorado profundamente de ella. Se casó con ella y la llevó al Olimpo. Como regalo de bodas le dio una diadema de oro que hizo Hefesto y que luego se convirtió en constelación.
MOIRAS
-Cloto: „la hilandera“, hilaba la hebra de vida desde su rueca hasta su huso. Su equivalente romana era Nona (Novena).
-Láquesis: „la que echa a suertes“, medía el hilo de la vida de cada persona con su vara de medir. Su equivalente romana era Décima.
-Átropos: „la inexorable“, era quien cortaba el hilo de la vida. Elegía la forma en la que moría cada persona, y cuando su tiempo llegaba cortaba su hebra con «sus detestables tijeras».
Su equivalente romana era Morta (Muerte).
Su equivalente romana era Morta (Muerte).
Su función es regular la vida de cada mortal, desde su nacimiento hasta su muerte, con ayuda de un hilo que la primera hilaba, la segunda enrollaba, y la tercera cortaba cuando llegaba el final de esa existencia. Siempre que nacía un niño las Moiras estaban presentes para asignarle su cuota de vida, de felicidad y de tristeza. Su destino quedaba fijado desde aquel momento, y difícilmente podría escapar a él.
Se las representaba habitualmente vestidas de blanco, viejas y solemnes, acompañadas por sus instrumentos: el huso, la vara de medir y las tijeras. Los griegos afirmaban variadamente que eran las hijas de Zeus y la titánide Temis (la ‘Institutriz’) y hermanas de Las Horas o de seres primordiales como Nix (la Noche), Caos o Ananké (la Necesidad).
Las Moiras eran a la vez diosas de la vida y de la muerte. Al conocer el destino de los hombres, conocían su futuro, por lo que se les atribuía también la capacidad de hacer profecías, al igual que el dios Apolo.
Además de establecer el destino de cada cual, se encargaban de que se cumpliese. Y en esto resultaban verdaderamente implacables. Cuando un asesinato no previsto truncaba el plan divino, enviaban a las temibles Erinias a castigar al agresor, y en algunas ocasiones podían llegar incluso a restituir la vida al difunto. Una anécdota curiosa es la de Admetos. Apolo consiguió que las Moiras le concediesen a Admetos el privilegio de ser librado de la muerte una vez que llegase su hora, siempre que algún voluntario ocupase su lugar. Se dice que el dios consiguió este favor de las Moiras tras emborracharlas.
Lo decretado por las Moiras era, en principio, inflexible. Sin embargo, Homero consideraba que Zeus tenía la potestad para salvar a alguien en el último momento, si él así lo deseaba. También creía que los hombres podían, hasta cierto punto, huir de sus designios, con tal de evitar determinadas situaciones. Después de todo, las Moiras no podían intervenir en la vida de los humanos de forma directa, sino provocando causas intermedias.
En una ciudad de Grecia había un rey y una reina que tenían tres hijas. Las dos primeras eran hermosas. Para ensalzar la belleza de la tercera, llamada Psique, no es posible hallar palabras en el lenguaje humano. Tan hermosa era que sus conciudadanos, y un buen número de extranjeros, acudían a admirarla. Incluso dieron en compararla a la propia Venus, y no advirtieron que, al descuidar los ritos debidos a esta diosa, tal vez estaban atrayendo sobre la bella y bondadosa joven un destino funesto.
Venus, la diosa que está en el origen de todos los seres, herida en su orgullo, encargó a su hijo Eros: "Haz que Psique se inflame de amor por el más horrendo de los monstruos" y, dicho esto, se sumergió en el mar con su cortejo de nereides y delfines.
Psique, con el correr del tiempo, fue conociendo el precio amargo de su hermosura. Sus hermanas mayores se habían casado ya, pero nadie se había atrevido a pedir su mano: al fin y al cabo, la admiración es vecina del temor... Sus padres consultaron entonces al oráculo: "A lo más alto contestó la llevarás del monte, donde la desposará un ser ante el que tiembla el mismo Júpiter". El corazón de los reyes se heló, y donde antes hubo loas, todo fueron lágrimas por la suerte fatal de la bella Psique. Ella, sin embargo, avanzó decidida al encuentro de la desdicha.
Sobre un lecho de roca quedó muerta de miedo Psique, en lo alto del monte, mientras el fúnebre cortejo nupcial se retiraba. En estas que se levantó un viento, se la llevó en volandas y la depositó suavemente en un pradera cuajada en flor. Tras el estupor inicial Psique se adormeció. Al despertar, la joven vio junto al prado una fuente, y más allá un palacio. Entró en él y quedó asombrada por la factura del edificio y sus estancias; su asombro creció cuando unas voces angélicas la invitaron a comer de espléndidos platos y a acostarse en un lecho. Cayó entonces la noche, y en la oscuridad sintió Psique un rumor. Pronto supo que su secreto marido se había deslizado junto a ella.
La hizo suya, y partió antes del amanecer.
Pasaron los días por la soledad de Psique, y con ellos sus noches de placer. En una ocasión su desconocido marido le advirtió: "Psique, tus hermanas querrán perderte y acabar con nuestra dicha". "Mas añoro mucho su compañía dijo ella entre sollozos. Te amo apasionadamente, pero querría ver de nuevo a los de mi sangre". "Sea ", contestó el marido, y al amanecer se escurrrió una vez más de entre sus brazos. De día aparecieron junto a palacio sus hermanas y le preguntaron, envidiosas, quién era su rico marido. Ella titubeó, dijo que un apuesto joven que ese día andaba de caza y, para callar su curiosidad, las colmó de joyas. Poco antes de que anocheciera, Psique tranquilizó a sus hermanas y las despidió hasta otra ocasión.
Con el tiempo, y como no podía ser de otra forma, Psique quedó encinta. Pidió entonces a su marido que hiciera llegar a sus hermanas de nuevo, ya que quería compartir con ellas su alegría. Él rezongó pero, tras cruzar parecidas razones, acabó accediendo. Al día siguiente llegaron junto a palacio sus hermanas. Felicitaron a Psique, la llenaron de besos y de nuevo le preguntaron por su marido. "Está de viaje, es un rico mercader, y a pesar de su avanzada edad..." Psique se sonrojó, bajó la cabeza y acabó reconociendo lo poco que conocía de él, aparte de la dulzura de su voz y la humedad de sus besos... "Tiene que ser un monstruo ", dijeron ellas, aparentemente horrorizadas, "la serpiente de la que nos han hablado. Has de hacer, Psique, lo que te digamos o acabará por devorarte". Y la ingenua Psique asintió.
Con el tiempo, y como no podía ser de otra forma, Psique quedó encinta. Pidió entonces a su marido que hiciera llegar a sus hermanas de nuevo, ya que quería compartir con ellas su alegría. Él rezongó pero, tras cruzar parecidas razones, acabó accediendo. Al día siguiente llegaron junto a palacio sus hermanas. Felicitaron a Psique, la llenaron de besos y de nuevo le preguntaron por su marido. "Está de viaje, es un rico mercader, y a pesar de su avanzada edad..." Psique se sonrojó, bajó la cabeza y acabó reconociendo lo poco que conocía de él, aparte de la dulzura de su voz y la humedad de sus besos... "Tiene que ser un monstruo ", dijeron ellas, aparentemente horrorizadas, "la serpiente de la que nos han hablado. Has de hacer, Psique, lo que te digamos o acabará por devorarte". Y la ingenua Psique asintió.
Cuando esté dormido, dijeron las hermanas, coge una lámpara y este cuchillo y córtale la cabeza".
Enseguida partieron, y dejaron sumida a Psique en un mar de turbaciones. Pero cayó la noche, llegó con ella el amor que acostumbraba y, tras el amor, el sueño. La curiosidad y el miedo tiraban de Psique, que se revolvía entre las sábanas. Decidida a enfrentar al destino, sacó por fin de bajo la cama el cuchillo y una lámpara de aceite. La encendió y la acercó despacio al rostro de su amor dormido. Era... el propio dios Cupido, joven y esplendoroso: unos mechones dorados acariciaban sus mejillas, en el suelo el carcaj con sus flechas. La propia lámpara se avivó de admiración; la lámpara, sí, y una gota encendida de su aceite cayó sobre el hombro del dios, que despertó sobresaltado.
Al ver traicionada su confianza, Cupido se arrancó de los brazos de su amada y se alejó mudo y pesaroso. En la distancia se volvió y dijo a Psique: "Llora, sí. Yo desobedecí a mi madre Venus desposándote. Me ordenó que te venciera de amor por el más miserable de los hombres, y aquí me ves. No pude yo resistirme a tu hermosura. Y te amé... Que te amé, tú lo sabes. Ahora el castigo a tu traición será perderme". Y dicho esto se fue. Quedó Psique desolada y se dedicó a vagar por el mundo buscando recuperar, inútilmente, el favor de los dioses: la cólera de Venus la perseguía. La diosa finalmente dio con ella, menospreció el embarazo de la joven, le dio unos cuantos sopapos y la encerró con sus sirvientas Soledad y Tristeza.
El caso es que Venus decidió someter a Psique a varias pruebas, convencida de que no podría superarlas; mas acudieron en ayuda de la joven las compasivas hormigas, las cañas de los ríos y las aves del cielo. La última prueba, en cambio, fue la más terrible: Psique bajó a los infiernos en busca de una cajita que contenía hermosura divina. En el camino de regreso, sin embargo, quiso ella misma ponerse un poco y, al abrir la caja, un sueño insoportable se abatió sobre ella. Y habría muerto, de no ser porque Cupido, su loco enamorado, acudió a despertarla: "Lleva rápidamente la cajita a mi madre, que yo intentaré arreglarlo todo" dijo, y se fue volando. En la morada de los dioses, a petición de Cupido, Zeus determinó que los amantes podían vivir juntos. Así que Hermes raptó a Psique y la llevó al cielo, donde se hizo inmortal. Y fueron juntos felices Eros y Psique y a su debido tiempo tuvieron una niña a la que en la tierra llamamos Voluptuosidad.
CASANDRA
Casandra es hija de Príamo y Hécuba y es hermana gemela de Héleno. Al nacer, se hizo una fiesta en el templo de Apolo, en las afueras de Troya.
Al anochecer, los padres se marcharon y dejaron a los bebés en el templo por un olvido. Al día siguiente, cuando regresaron a recogerlos, los gemelos estaban dormidos y dos serpientes les pasaban la lengua por los órganos de los sentidos para purificarlos. Los padres empezaron a gritar de angustia, ante lo cual las serpientes se retiraron. Fue así como Casandra y Héleno tuvieron el don profético cuando fueron adultos.
Lo que sucedía con su don de profecía, es que el dios Apolo tomaba posesión de ella, y en ese estado ella formulaba los oráculos. El don de Heleno era diferente e interpretaba el porvenir, mediante la examinación de las aves y signos exteriores por el estilo.
Después, cuando Paris aparece con Helena en Troya ella indica que el hecho provocará la ruina de la ciudad, pero nadie la escucha. Luego, después de la muerte de Héctor, cuando regresa Príamo, ella descubre que su padre trae el cadáver de su hermano antes de que este hecho se sepa.
Además, se opone rotundamente junto con el adivino Laconte a que se introduzca el famoso caballo de madera, pues ella sabía que éste era una trampa y que adentro venían guerreros aqueos. Por supuesto, nadie le cree y Apolo envía unas serpientes para que devoren a Laocoonte y a sus hijos. Por eso, los troyanos permiten que el caballo entre en la ciudad.
Posteriormente, cuando los aqueos se reparten el botín, Casandra es entregada a Agamenón, quien se enamora perdidamente de la joven. Ella se había mantenido virgen hasta el momento, pero ahora le pertenece a Agamenón y de él tiene aparentemente unos gemelos llamados Teledamo y Pélope.
DIOSES DE LA ANTIGUA GRECIA
ZEUS
Desde su olímpico
trono, Zeus, padre de dioses y de hombres, es el soberano de las alturas, “el
que amontona las nubes", lanza el rayo y administra la Justicia. Tan sólo
contra el Destino no puede combatir. Su carácter enamoradizo le llevo a unirse
tanto con diosas como con mujeres mortales, por lo que muchas grandes familias
pretendieron contar entre sus antepasados con algún hijo de Zeus/Júpiter. En él
se da como en ningún otro dios la mezcla de lo sublime y de lo frívolo.
HERA
Es la legítima esposa
de Zeus, malhumorada reina del Olimpo. Protectora del matrimonio, es envidiosa
y a veces celosa-desde luego, con motivos-de su donjuanesco marido. Nunca
perdonó al pastor troyano Paris que pospusiera su belleza a la de Afrodita en
el famoso Juicio de Paris. Odia a las mujeres amada por su marido y a los hijos que de ellas tuvo:
bien lo hubo de sufrir Heracles en sus Doce Trabajos.
POSEIDON
El mar " de
amplio regazo" es el dominio de Poseidón, sus profundidades lo cobijan, es
también el dios de las aguas continentales. Su sonrisa-como la del mar-es
abierta y refrescante, pero su cólera-como la de su hermano Zeus-estremece.
Infinitas criaturas habitan sus aguas: las Nereidas de argentados pies, el
viejo y multiforme Proteo, las seductoras Sirenas, además de su esposa
Anfitrite, hermana de Tetis.
Padre del cíclope
Polifemo, odiaba al astuto Ulises, a quien tanto hizo
errar por sus marinos dominios mientras regresaba a su patria Ítaca después de
permanecer diez años en el sitio de Troya.
AFRODITA
Es la diosa del amor.
Nacida de la espuma del mar de Chipre fecundado por los genitales del
Cielo/Urano, arrojado allí por su hijo Crono/Saturno después de haberlo
castrado. Afrodita es la "Amante de la sonrisa", "trenzadora de
engaños".
Durante el juicio de
Paris, nada pudo la majestad de la diosa Hera ni la belicosidad de Atenea frente a su seductora belleza. Fue la protectora de
Paris y de Troya, y luego del héroe latino Eneas, el hijo de Anquises y
fundador simbólico de Roma.
Es también la
fecundidad en la naturaleza vegetal y animal. La lasciva paloma es su ave. Su
hijo es Eros-el latino Cupido-caprichoso flechero de dos dardos: uno para los
amores felices, para los desgraciados el otro.
APOLO
El dios de la luz,
hijo de Zeus y de Latona, nació en la brillante, errática isla de Delos. Se
asentó en el santuario de Delfos, tras haber dado muerte a la serpiente Pitón,
y estableció allí su principal oráculo como dios de la adivinación y la mantica.
Es también el dios de
la música, de la medicina y de la poesía y como tal preside el coro de las
nueve Musas, “coronado de violetas", que viven en el monte Helicón. Su más
famoso precepto fue una sensata recomendación psicológica: "Conócete a ti
mismo".
ARES
Ares simboliza y es la
guerra. Hijo de Zeus y de su legítima esposa Hera, el impetuoso y fornido Ares
no conoce el combate amigos ni enemigos, destruye a todos sin distinción. Por
eso Atenea, defensora de la guerra justa, detesta al dios de la guerra
gratuita.
En ninguna parte de
Grecia es bien recibido ni honrado. Es muerte, dolor y destrucción. Algo
fanfarrón por sus músculos, obtiene el amor de la bella Afrodita, descontenta
de su lisiado esposo, el cojo Hefesto. Cuando los dos amantes fueron
sorprendidos en el lecho, sólo las diosas-por pudor-se perdieron el espectáculo
mientras todo el Olimpo retumbaba con una risa inextinguible.
ARTEMISA
Hermana de Apolo,
amante de los bosques y de la caza. Diosa de la virginidad y de los prados no
hollados por el pie del pastor, a la que desagrada la sola presencia del varón.
Su más ferviente adorador es el casto y desdichado Hipólito.
Cazadora certera, no
duda en castigar a quien osa contemplar su virginal desnudez: eso es lo que le
ocurrió a Acteón quien, por su atrevimiento, fue transformado en ciervo y
devorado por sus propios perros.
ATENEA
La diosa Atenea es la
inteligencia, y por eso se la hace nacer de la cabeza de Zeus. Es la diosa
consejera y protectora de la ciudad y de las instituciones políticas. Introdujo
en el Ática el olivo como símbolo de la civilización, y es también la patrona de
los hábiles artesanos.
Su ciudad es Atenas y
su templo es el Partenón. Diosa de la guerra justa. Su dúctil
carácter cuadra a la perfección con el del astuto Odiseo, ese héroe de
múltiples recursos, el artimañero.
DIONISIO
El dios más joven y
desenfadado se incorporó al selecto grupo de los Olímpicos en épocas más
recientes. Es el dios de la vid y de la yedra, del delirio, del entusiasmo, del
éxtasis, de la danza, de la tragedia y de las fiestas. Dos veces nacido (de su
madre, Sémele, y del muslo de su padre, Zeus) fue criado por el deforme Sileno.
Los romanos le
llamaron Liber: liberador de penas y de prejuicios. Armado con el nada belicoso
tirso, su culto conquista Grecia y las tierras de Asia hasta la India,
precediendo a Alejandro Magno. A su regreso a Tebas se presenta con el cortejo
de sus adeptas bacantes en su ciudad natal, donde asistimos al castigo del
impío Penteo. Baco no perdona.
HADES
Inexorable e invisible
es Hades, dios de la muerte. Nadie ha visto su faz y sobre él caben todo tipo
de especulaciones. Son sus dominios las insondables profundidades del Erebo, el
lote que le cupo en el reparto, cuando Zeus se hizo cargo de cielo y Poseidón
de las aguas. El can Cerbero-perro infernal de tres cabezas-vigila la entrada
de su palacio: a todo el que llega le da acogida, y sólo impide la salida a
quienes pretenden escapar de los infiernos.
El barquero Caronte
(tan celoso a la hora de cobrar el precio por la travesía que los griegos
tomaron la costumbre de enterrar a sus deudos con una moneda bajo la lengua
para pagar el pasaje a la laguna Estige) le transporta los muertos. Hades es
también el rico Plutón: porque la muerte sirve de sustento a la vida. Algunos
lo representan con el cuerno de la abundancia (cornucopia).
HEFESTO
Hijo de Hera, por
quien siempre toma partido cuando ella discute con su marido, Zeus, el rey del
Olimpo. Hefestos es el constructor de las sempiternas mansiones del Olimpo, es
el dios del fuego, orfebre de las joyas de los dioses y de las armaduras de los
héroes.
Espléndida de
contemplar fue su labor en el escudo de Aquiles, el hijo de la marina Tetis.
Pero su más esmerada obra fue Pandora, la primera mujer. Aunque era físicamente
poco agraciado, obtuvo en cambio la mano de la sonriente Afrodita.
HERMES
Es el dios mensajero,
el que anuncia las noticias, el protector de los caminos y guía del viajero.
Hijo de Zeus y de Maya, siendo aún muy niño ya dejó sentir su espíritu inquieto
y aventurero: con el caparazón de una tortuga inventó la lira y se la cambió a
su hermano Apolo (a quien astutamente le había robado su ganado) por el caduceo
o bastón de la concordia.
Protector del comercio
y de lo que se pacta en tratos, pasa por ser el inventor de las pesas y medidas
usadas en las transacciones comerciales.
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